Editorial
03/06/12 |La responsabilidad colectiva es un
concepto que se suele utilizar para las grandes causas de una
comunidad. Por ejemplo, en el respeto por la democracia y los derechos
humanos o en las actitudes que se deben ejercer, especialmente desde el
Estado y las empresas, en materia ambiental. No está mal, porque es un
paso necesario para afianzar el concepto de un futuro mejor.
Ahora bien, existe una responsabilidad colectiva que
es más cotidiana, que sin eclipsar el rol del Estado y de las demás
instituciones de una sociedad (como las del mundo económico) apela a la
moral individual y colectiva de los ciudadanos, sin cuyo aporte tornaría
aún más imposible vivir en una democracia o en un medioambiente más
sano.Esa responsabilidad colectiva es cotidiana y no depende de nadie, excepto de los propios vecinos. Un ejemplo será más claro: la existencia o no de microbasurales ya no depende si el Estado municipal los limpia una y otra vez (insumiendo recursos humanos y económicos que pueden destinarse a otras áreas) o si las empresas son más o menos responsables con el medioambiente y el consumo desenfrenado. No, en absoluto. La existencia de los microbasurales depende de la cuota de responsabilidad que cada vecino aporta para vivir en una mejor sociedad. Por eso no alcanza con una actitud individual, aislada del resto; sino que requiere de un actuar colectiva, integrada con los demás.
El silencio y la indiferencia frente al sufrimiento (sufre aquel al que le arrojan los residuos) encuentran explicación en la irresponsabilidad y en la indolencia que implica el desconocimiento de las elementales normas de convivencia.
Es un problema antiguo, pero cuya solución requiere de nuevos paradigmas. En el siglo XX fuimos testigos de la posibilidad de la extinción de la especie a partir de la carrera armamentistas e inclusive están latentes los peligros de la alteración del planeta por los daños ambientales. Hay conciencia sobre estos puntos que se perciben como grandes desafíos colectivos. Pero en la mirada cotidiana no tiene su correlato y sin esa mirada sobre las acciones diarias este siglo XXI resultará difícil de comprender.
La responsabilidad colectiva no es solamente un deber ser incuestionable, sino una actuación solidaria frente al prójimo, una actitud frente al semejante que sea al mismo tiempo tan plural como inclusiva. Y para ello se requiere de una profunda como innegociable intervención cooperativa de los ciudadanos entre sí.
Es en el compromiso individual hacia los otros que se generan siempre consecuencias positivas, cuyo resultado siempre será el bienestar social y la protección recíproca.
Es en el comportamiento de grupo, para sus integrantes y para la sociedad, donde se manifiestan las actitudes que producen consecuencias sociales a favor de la sana convivencia. Y es en ese actuar diario donde se construyen las condiciones sociopolíticas de inclusión, igualdad y equidad que permiten la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos, lo que deriva luego en comportamientos responsables que son pedagógicos para las generaciones futuras.
El Estado Municipal ha hecho un gran esfuerzo en estos primeros meses del año para limpiar y sanear todos los microbasurales que existen en la ciudad. Si resurgen no será responsabilidad de un Estado ausente, sino de la ausencia de una conducta moral que lesiona el bienestar del conjunto. Es cierto que es un acto pequeño el evitar la creación de microbasurales, pero son en esos actos pequeños donde también se expresa la grandeza de una comunidad. ¿Usted en qué sociedad quiere vivir? La respuesta debe ejercerse diariamente.
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